(Una reflexión global sobre el
disperso resultado de las Elecciones Generales del 20DC15 en España)
Tras la conformación en 1977 de
las Cortes constituyentes por iniciativa y consulta de/a los partidos
políticos, quedan sujetas a sus propuestas y acciones, a veces inclinadas a una
política de Estado, como los Pactos de la Moncloa, cuando entienden que éste
está por encima de razones partidistas, y tras aprobar la Constitución del
1978, su Título VIII hará amplia referencia al Modelo Territorial Autonómico,
la idea regional de política descentralizada.
Al objeto de esta reflexión,
clasificaremos la acción política en tres planos: Partido,
Regional y Estado, que desde la
ortodoxia deberían ser compatibles pero la praxis real de la política comporta
dificultades, y por ello la adecuación,
prioritaria y/o compatible, diferencia a un buen político, vocacional y estadista,
de otro mediocre, arribista y especulador.
Exigir el equilibrio -Partido/Región/Estado- no siempre es fácil y, en su caso, el
que mejor represente los intereses nacionales, lo que no significa la renuncia
sistemática a ideologías, programas y modelos de sociedad Partidistas, al
sentir Autonómico Regional, o a la concepción de un Estado soberano único y
constitucional.
La Política de Partido, diferencia a los mismos en una democracia
parlamentaria, no siendo deseable su atomización ni siquiera en democracias consolidadas
y además, con la perspectiva de estos 40 años, los partidos nacionalistas de ámbito
autonómico no debían formar parte del Congreso de los Diputados, limitándose a
sus Parlamentos Regionales y/o al Senado de la nación si se transforma en
Cámara de Representación Territorial, pues en ningún parlamento de nuestro
entorno tienen representación los citados nacionalistas, por muy regionalista o
federal que sea el Estado, cuestiones urgentes que exigen reformas inmediatas.
La misión legítima de un
partido político es ganar elecciones para poder desarrollar sus ideas,
programas y modelos, siendo claramente partidistas las etapas electorales: para
constituir o una vez constituidas las instituciones en función de los
resultados, el partidismo deberá conjugarse con el pluripartidismo, el diálogo,
la seriedad y la negociación, tendente siempre al interés general y prioritario
en los niveles local, regional y nacional.
Ningún partido político omitirá
sus ideas, pero tampoco impondrá su ley, y a veces su "capricho", con
claro deterioro de unas instituciones, y no sólo políticas, que está obligado a
preservar y potenciar, utilizando los mecanismos de diálogo y moderación ya
aludidos.
La Política Regional, recogida en el Título VIII de la Constitución
del 78 y desarrollada en sus Estatutos de Autonomía, siempre como partes
indivisibles del Estado unitario, que junto con el de la vida Municipal y
corporativa han sido uno de los mayores retos para la política española.
Pasar de un Estado muy centralizado
a otro descentralizado exige tiempo,
imaginación, esfuerzo, realismo y responsabilidad pero, sobre todo, sacrificio,
solidaridad, renuncia, generosidad y...lealtad.
En los últimos años se producen
inquietantes puntos de inflexión negativos, contrarios a las exigencias
apuntadas, insolidaridades crecientes y retos independentistas ilegales e
inadmisibles que pueden producir la "quiebra" y agotamiento del Modelo
por falta de credibilidad, cuyo límite es hoy Cataluña
La idea regional, en sus justos
términos, debía primar a veces sobre la partidista sin menoscabo de la
solidaridad entre las regiones, pero inferior a la idea estatal: el gran
problema son los "personalismos" con las connotaciones antes citadas,
por lo que el modelo necesita una muy urgente reconducción a la legalidad y
espíritu constitucional.
Sobre la Política de Estado, como
superadora de partidismos y regionalismos, dice el art. 2: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble
unidad de la nación española,
patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el
derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que
la integran y la solidaridad entre todas ellas".
La política de Estado pasa por
dos coordenadas: una continua o de la actividad cotidiana, y otra para momentos
puntuales o decisivos, mediante el acuerdo de las fuerzas políticas como, por
ejemplo, la elaboración de la Constitución, los Pactos de la Moncloa, los
acuerdos contra el Terrorismo,..
En ambos casos están presentes
el partidismo y el regionalismo, aunque con escalas diferentes pero, en el
fondo, siempre debe latir y prevalecer la idea de Estado, la de su construcción
y fortalecimiento con instituciones democráticas, firmes y garantistas, que
comprenda y aglutine a todos los ciudadanos sin distinciones ni exclusiones, sin
olvidar las superestructuras o "macro-estados" como la Unión Europea, y la creciente globalización.
En España,
el acuerdo Político-Social es la mejor, y quizás la única, manera de garantizar
el Estado del Bienestar durante las crisis, sin perjudicar los procesos de
acumulación.
Como Conclusiones, las políticas
de Partido, Regional o de Estado no deben “diluirse”, pues el pluripartidismo
(moderado) y el regionalismo (fiel) enriquece las diferentes actuaciones que
pueden superponerse e inciden recíprocamente unas sobre otras, hasta conseguir
el deseado equilibrio: la política ha de hacerse desde un presupuesto
ideológico, pero siempre siendo factores clave el bien común, la solidaridad y
la lealtad, entre otros.
Debemos pues construir un Estado
Nacional y Autonómico donde
prevalezcan las ideas de libertad y justicia, y
donde se eviten los desequilibrios intra o inter regionales originados por razones de
grupo, clase, RH, sector, cupo o partido.
En estas ideas están implícitamente
aludidos los dispersos Resultados del
20Dc15, en cuanto a prioridades de pactos, acuerdos, personalismos,…en aras
siempre a una Política de Estado,
que evite la previsible inestabilidad política, económica y social.
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